Bonilla a la vista, las patatas que conquistaron el mundo
Son las patatas fritas gallegas más conocidas del mundo gracias a un legado familiar de trabajo y pasión, con tan solo tres ingredientes: sal marina, aceite de oliva y patatas de calidad
La familia Bonilla es la responsable de crear una cadena de churrerías que es ya parte de la iconografía histórica de A Coruña, alcanzando la fama mundial gracias a sus patatas fritas. El éxito detrás de este producto es una historia de trabajo, pasión y dedicación que ha triunfado más allá de las fronteras gallegas.
Los Bonilla abrieron su primera churrería en A Coruña durante los años 50 bajo el nombre de Bonilla a la vista, en un momento donde sus patatas ya ganaron fama por las calles y, sobre todo, la hostelería de la ciudad herculina. Este producto estrella se freía por las mañana, en un proceso artesanal donde participaba toda la familia. Luego, César Bonilla (el menor de la familia) se encargaba de repartir las preciadas patatas enlatadas por toda Coruña, montado en una emblemática moto Guzzi.
Expansión y éxito coreano
El éxito de las patatas llevó a César Bonilla a abrir una fábrica en el polígono de Sabón, en Arteixo (A Coruña), en el año 1988. Desde aquel entonces, las patatas Bonilla fueron conquistando territorios a golpe de sabor y elaboración artesanal. Parte de este éxito se refleja en la apertura de seis establecimientos por A Coruña en apenas 15 años.
En 2010 llegaría la primera conquista fuera de Galicia, con la introducción de las patatas en Barcelona de mano de Olivias Selección, siendo un éxito, y creando un vínculo entre las dos empresas que sigue vivo a día de hoy, creciendo día a día las cifras de negocio.
En 2014 las patatas sobrepasan los Pirineos para llegar a territorio francés, colándose en una sesión fotográfica de la prestigiosa marca de moda francesa Balmain. En este momento, las patatas Bonilla adquirieron un gran renombre, y su marca (caracterizada por el barco velero sobre olas azules) fue haciéndose un hueco como un producto premium.
El punto de inflexión que llevaría a las patatas al estrellato sería en 2016, cuando Bonilla se introdujo en el mercado coreano, ocasionando un verdadero fanatismo entre la población nacional. Un caldo de cultivo que estalló cuando una lata de patatas Bonilla apareció en un fotograma de la afamada película ‘Parásitos’ (Ganadora, entre otros, del Oscar a Mejor Película).En cuestión de días, Corea se transformó en el mercado extranjero más importante para Bonilla, con más de 4.000 kilogramos de patatas fritas vendidas cada mes.
En 2010 llegaría la primera conquista fuera de Galicia, con la introducción de las patatas en Barcelona de mano de Olivias Selección
En los últimos dos años, a la demanda coreana se le han unido otros mercados internacionales como el suizo o el australiano, y las expectativas de crecimiento siguen apuntado a conquistar el mundo con unas patatas inigualables.
Una elaboración que combina tecnología y artesanía
Sal marina, aceite de oliva y patatas de calidad. No es necesario nada más para conquistar al mundo con unas buenas patatas. La fábrica de Arteixo ha ido modernizándose con los años, para favorecer el flujo de trabajo y la propia producción de patatas.
A su entrada en la fábrica, las patatas son lavadas, peladas y cortadas en láminas muy finas; que luego se fríen en aceite de oliva. Una vez fritas, las patatas pasan el exigente criterio de un ‘ojo mágico’ que retira aquellos ejemplares que no cumplan los estándares de calidad que tanto representan a la marca.
Después de este descarte automático, las patatas se someten a una selección manual por parte de los expertos de la empresa, para asegurarse que cada patata frita tenga la calidad, textura, color y tamaño que consideran óptimo. Acabada la selección, las máquinas de envasado se encargan de embolsarlas o enlatarlas, inyectando gas inerte en la lata, para mejorar la conservación del producto, permitiendo que las patatas lleguen en perfecto estado a su destino.
El futuro promete ser apasionante para un legado familiar que aspira a seguir creciendo con un producto sencillo, pero que esconde una calidad excepcional.
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